No me gustan especialmente las corridas de toros, así como creo claramente excesivo el calificativo fiesta nacional, de un simplismo absoluto. Sin pretenderlo, practico la equidistancia entre los forofos cornúpetas y los hooligans abolicionistas que se manifiestan en pelotas por las calles.
Reconozco, empero, que alguna de las contadas veces que me he asomado a la vera de mi padre a una retransmisión televisiva, he visto algún pase, algún movimiento, alguna escena que, aisladamente, me ha parecido de una belleza absoluta. En mi ignorancia, sin ser capaz de ir mucho más allá, llevo tiempo sintiendo una curiosidad in crescendo hacia la figura de José Tomás, calificado por algunos como el matador total.
A pesar de que sólo puedo hablar de oídas -Tomás no permite que se ofrezcan sus faenas por televisión, y yo, evidentemente, jamás pondré el pie en un coso-, algo ha de haber de extraordinario en un hombre que, con tres cornadas en el cuerpo, insiste en rematar una lidia para acabar saliendo entre ovaciones con el traje recubierto de sangre, propia y ajena.
Los entendidos cuentan y no acaban de su valor, de su autenticidad, de su apego al toreo como forma de vida y no de promoción. Las crudas imágenes de su actuación de ayer en Las Ventas consiguen repugnarme al tiempo que me fascinan.
Como reza el refranero, algo tendrá el agua cuando la bendicen.
Le disciple du Gainsbarre, 16-06-2008.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Mi padre, como aficionado a los toros, vio miles de corridas por televisión a lo largo de su vida. En no menos de cincuenta estuve presente. Y no, no soporto ver sufrir a un animal para el disfrute ajeno ni veo arte en la tortura. Conste que no soy un talibán de "la fiesta", pero no me preocuparía lo más mínimo que se dejasen de celebrar "festejos". Por otro lado, me fascina la trastienda de los toros. Conozco multitud de historias de lo que no se ve. Tomás pertenece a otra época. Debo reconocer que me gusta su modo de nadar contracorriente.
Pues más o menos, Álex, coincidimos.
El tema de los toros daría para mil comentarios, así que prefiero no entrar en lo de que si no fuese por las lidias no existirían los toros en tanto que animales, etc, etc.
No me quitaría el sueño a mí tampoco la desaparición de "la fiesta", pero sí que en escenas ausentes de sangre -pases, no banderillas ni estocadas- he visto momentos de gran belleza.
Y ya sabes: donde esté una buena corrida, que se quite el fútbol... :P