#wtf

Posted by : Le poinçonneur | 27 abr 2012 | Published in


Cadenas de búsqueda de este panfleto, ayer.

Mis congratulaciones, por cierto, a la afortunada.

El muerto vivo

Posted by : Le poinçonneur | 25 abr 2012 | Published in


Hace cuatro días, este libelo agonizaba sin visos de mejoría. Ahora, sin comerlo ni beberlo, quintuplica su audiencia.

Son Vdes. unos traviesos. Quizá por eso les quiera tanto.

Banda sonora, por cierto, aquí.

ArteSano

Posted by : Le poinçonneur | 24 abr 2012 | Published in


Usuarios de Spotify: cliquen en la imagen, y, simplemente, disfruten. Una maravilla, oigan.

Ena

Posted by : Le poinçonneur | 23 abr 2012 | Published in


Como, aunque lego, siempre me ha interesado la Historia de España, siento inclinación hacia la figura de Victoria Eugenia, la que fuera consorte del nefasto Alfonso XIII. Nieta de Victoria de Inglaterra, alta, rubia y sofisticada, de poco sirvieron sus esfuerzos por encajar en un país rupestre que la recibió tirándole bombas desde los balcones. Pronto aprendió, estoica, a aguantar a su omnipresente suegra María Cristina y a mirar hacia otro lado ante los deslices del Rey, de bragueta más que divertida. Nunca pudo, empero, con los toros, al punto de asistir a las corridas de Las Ventas con gafas negras opacas que le impidieran la visión de lo que ella, británica, siempre juzgó gratuita carnicería.

La Reina, como el resto de los Borbones, partió hacia el exilio el 14 de abril de 1931, con la proclamación de la República. La familia real -ésa a la que Ena había traído la lacra de la hemofilia- se disgregó pronto, empezando por el matrimonio de los Reyes. Alfonso murió diez años más tarde, un lustro después del óbito de su hijo mayor, afectado del mal inglés. Gonzalo, el pequeño, también sucumbió a las fatales hemorragias.

Victoria Eugenia se retiró tras la Segunda Guerra Mundial a la Vielle Fontaine de Lausana, donde dedicó sus desvelos a favorecer la improbable candidatura de Juan, su tercer hijo, a la Corona de España. País, por cierto, al que sólo volvió brevemente en 1968 para amadrinar el bautizo de Felipe, hijo de su nieto Juan Carlos. Falleció poco más tarde..

Para los más curiosos, aquí dejo un interesante documental -dividido en varias partes- sobre la Reina antitaurina. No se arrepentirán.

El reencuentro

Posted by : Le poinçonneur | 18 abr 2012 | Published in


28 años después, Raphael y Manuel Alejandro vuelven a colaborar.

Olvídense de nimiedades como el elefante, el copago, la rubia alemana o la petrolera porteña. La noticia del momento, amigos, es ésta.

El caso del elefante asesinadito

Posted by : Le poinçonneur | 16 abr 2012 | Published in


Si clican aquí, podrán ver el lúcido análisis que del elephantgate hace en El Confidencial José Antonio Zarzalejos -antiguo director de ABC y en nada sospechoso de antimonarquismo-; si lo hacen en este otro sitio, contemplarán el de Ramón, no menos brillante, en El País.

He escrito tanto sobre el asunto que no voy a insistir en él. O mejor sí: el tinglado zarzuelero, amigos, se hunde, o de cómo una institución antaño modélica se ha acabado convirtiendo en la casa de tócame Roque.

De mayor

Posted by : Le poinçonneur | 15 abr 2012 | Published in


Cuando era pequeño me enseñaron
a perder la inocencia gota a gota.
Qué idiotas.

Cuando fui creciendo aprendí
a llevar como escudo la mentira.
Qué tontería.

De pequeño me enseñaron a querer ser mayor,
de mayor quiero aprender a ser pequeño.
Y así cuando cometa otra vez el mismo error,
quizás no me lo tengas tan en cuenta.

Me atrapó el laberinto del engaño,
con alas de cera me escapé
para no volver.

Cerca de las nubes, como en sueños,
descubrí que a todos nos sucede
lo que sucede.

De pequeño me enseñaron a querer ser mayor,
de mayor voy a aprender a ser pequeño.
Y así cuando cometa otra vez el mismo error,
quizás no me lo tengas tan en cuenta.

Enrique Bunbury, EMI.

El vestido rojo

Posted by : Le poinçonneur | 12 abr 2012 | Published in



Il y a des jours où la seule nourriture

acceptable, respectable, est la Rage (*)1

Pintada anónima.

Si Milena pudiese elegir se quedaría con el vestido rojo. Ni el traje chaqueta de mil rayas, ni la falda de tubo negra; se quedaría con el vestido rojo. Levanta la vista al cielo. El sol está alto y corre una cálida brisa, inusitada para noviembre. Echa un vistazo al viejo y le ajusta la manta sobre las rodillas, remetiéndosela por los costados de la silla, para que no se enfríe.

Milena empieza a sospechar que la doña nunca se lo regalará. Cuando la señora Teresa  se pone a hacer paquetes con ropa, el vestido rojo se queda siempre colgado de una percha en el armario.

-Milena, la bolsa de plástico que te he dejado en el recibidor es para dar. Puedes echarle un vistazo primero y si te interesa algo te lo quedas; lo demás lo llevas a la parroquia de la Virreina, que hoy recogen cosas para los pobres.

-Sí, mi doña, lo que usted diga, ahorita mismo pensaba salir a pasear con don Jon, que hace bueno. Mire, ya lo tengo preparado. La llevo no más salga.

-Te he dicho un millón de veces que no me llames doña, que me suena a culebrón. Dime de tú. Y al abuelo no lo pongas a la sombra, no vaya a coger frío.

-Muy bien, mi doña, como usted diga.

En la plaza Rovira se está bien a estas horas, hay mucho movimiento. A Milena le gusta observar a la gente; a las amas de casa que pasan arrastrando sus carritos de la compra y a los escolares que regresan del colegio. A don Jon también le gusta contemplar el desfile. Aunque el viejo no habla, Milena lo sabe, lo puede leer en sus ojos, que, en esos ratos de paseo, cobran vida nuevamente.

Al principio se la llevaba a casa, la ropa de doña Teresa. Cargaba con la pesada bolsa en el largo trayecto de metro. Y cuando llegaba a su pisito del extrarradio -donde los balcones se transforman en peceras de aluminio-, Nancy y Bárbara, sus compañeras de piso, la recibían con el entusiasmo de un niño en la mañana de Reyes. Pretextando siempre un demasiado grande o un demasiado largo, ella les cedía todas las prendas. No eran el vestido rojo.

Eligen siempre el mismo banco de madera, el que queda más cerca del quiosco. Desde allí Milena puede ver los titulares de las revistas y leérselos en voz alta al abuelo, que parece escucharla con atención y asiente en un casi imperceptible movimiento de cabeza, que algunos se empeñan en atribuir al Parkinson.

El viejo se ve elegante en su silla, con su pañuelo de seda atado al cuello. A Milena le hubiese gustado conocerle antes del ataque. La doña asegura que, cuando estaba bien, era un viejo charlatán que alardeaba de haber sido anarquista de joven y que por eso andaba cagándose en Dios a la menor oportunidad. Y aunque a Milena no le acaba de quedar claro en qué consiste eso del anarquismo, le cuesta imaginárselo blasfemando cuando lo ve ahí en su silla, tan callado y tan lejano.

En la portada del ¡Hola! salen hoy los príncipes de Asturias, de visita oficial en China. El embrujo de Shanghai, le lee en voz alta a don Jon.

A Milena le sienta bien el vestido rojo de doña Teresa. Se lo probó una vez que se quedaron solos en casa. Se contempló con él un buen rato ante el espejo. Después se lo enseñó a don Jon y decidieron que le iba como un guante.

Milena consulta el reloj de la farmacia y concluye que es hora de volver a casa. Luego cae en la cuenta de que todavía no ha cumplido con el encargo de doña Teresa y encamina sus pasos en dirección a la plaza de la Virreina. Al llegar comprueba que la puerta de la sacristía está cerrada. Milena maldice la fea costumbre de los curas españoles de ponerle horarios a las cosas del alma y se dispone ya a abandonar la bolsa junto a la puerta cuando lo ve. Allí, entre el traje chaqueta de mil rayas y la falda de tubo, está el vestido rojo. Doña Teresa ha debido volverse definitivamente loca. Sin pensárselo un instante, Milena rescata el vestido y se lo guarda con sumo cuidado en su bolso. Después da mil gracias al Altísimo y emprenden el camino de regreso a casa.

Inician la ascensión de la calle Massens. Milena se imagina ya llevando el vestido rojo a pasear con Nancy y Bárbara, una tarde de domingo; pero la dureza de la pendiente la devuelve a la realidad. Las piernas se le empiezan a poner pesadas y la obligan a detenerse, a cada paso, para tomar aliento. En una de las paradas, un chico de pelo largo los adelanta, “Tú sí que sabes, eh, abuelo”, le escupe al viejo al pasar.

Milena decide ignorarlo. En el siguiente cruce se detienen junto a un contenedor, a la espera de que algún conductor se decida a cederles el paso. Milena calcula ahora lo que le costará convencer a Bárbara para que le acorte el vestido, algo largo para la moda. Por eso no ve al chico de pelo largo salir del portal por el que han pasado y acercársele por la espalda; sólo acierta a sentir una punzada de metal en su costado.

-Venga Panchita, no me jodas y dame lo que lleves… ¿estás sorda o qué?, que me des el bolso o te pincho al viejo.

El sonido de un claxon hace saltar como un resorte al macarra. Una mujer, al volante de un Volkswagen, espera impaciente en el cruce. Con una fuerza desconocida, el abuelo golpea el brazo del ratero y hace volar la navaja, que tras dibujar una parábola aterriza dentro del contenedor. Milena suelta entonces la silla y empieza a golpear al chico con rabia “¡Hijo de la gran chingada!”, le grita mientras carga todo el peso de su cuerpo en cada nuevo golpe. Le sacude hasta quedar exhausta. Sólo entonces abre los ojos. El chico está tirado en el suelo, hecho un ovillo. Un hilo de sangre brota de su nariz.

Milena comprueba el contenido de su bolso. El vestido rojo sigue ahí. Vuelve a colgárselo al hombro y se recompone el peinado. La mujer del Volkswagen, la contempla desencajada. “¿Y tú qué miras, pendeja?” se encara Milena, mientras recupera la silla. “¿Nos vamos, don Jon?”, le pregunta al abuelo con su voz más dulce.

Y reemprenden la marcha, ahora mucho más ligeros.

(*) “Hay días en los que el único alimento aceptable, respetable, es la Rabia”.

TEXTO: MARIBEL RUIZ.
FOTO: CRISTINA COSTALES.

Las mujeres y los niños, primero*

Posted by : Le poinçonneur | 10 abr 2012 | Published in


*Está claro, que, como Alfonso XIII el 14 de abril de 1931, he perdido el amor de mi pueblo.

Dura lex, sed lex.

Banda sonora, aquí.

Simiocracia

Posted by : Le poinçonneur | | Published in



VÍDEO: ALEIX SALÓ.

Getsemaní*

Posted by : Le poinçonneur | 7 abr 2012 | Published in

 
Yo quiero decir
si puedo pedir 
que apartes de mí éste cáliz,
ya no deseo su amargura, 
ahora quema y yo he cambiado
y no sé por qué he empezado.
 
Yo tenía fe
cuando comencé.
Ahora estoy triste y cansado,
mi camino de tres años
me parece que son treinta,
¿y qué más puede un hombre hacer?

Si he de morir,
que se cumpla todo lo que tú quieres de mí,
deja que me odien, que me claven en su cruz.

Yo quiero ver, yo quiero ver, Mi Dios.
Yo quiero ver, yo quiero ver, Mi Dios.
Quiero saber, quiero saber, Señor.
Quiero saber, quiero saber, Señor.

Si he de morir,
dime si es por qué he de ser mejor de lo que fui.
Dime si mi vida con la muerte he de cumplir.

Yo quiero ver, yo quiero ver, Mi Dios.
Yo quiero ver, yo quiero ver, Mi Dios.
Quiero saber, quiero saber, Señor.
Quiero saber, quiero saber, Señor.

Con morir, qué voy a conseguir,
al morir que voy a conseguir,
Quiero saber, quiero saber, Señor.
Quiero saber, quiero saber, Señor.

¿Por qué he de morir?
¿Por qué?

Dime por qué quieres que me claven en su cruz,
muéstrame el motivo, dame un poco de tu luz.
Di que no es inútil tu deseo y moriré,
me enseñaste el cómo, el cuándo, pero no el por qué.

Muy bien, yo moriré,
pero, pero por favor,
cuando muera mírame.
Por favor, mira mi muerte.

Yo tenía fe
cuando comencé.
Ahora estoy triste y cansado,
mis tres años ya son miles.
¿Por qué entonces tengo miedo
de que ya todo termine?

Dios, yo no empecé,
fue tu voluntad.
Dame el cáliz de amargura
clava, azota, rompe, mata.
Pero pronto, hazlo pronto, o yo
me voy a arrepentir.
 
Camilo Sesto, Sony-BMG. Original de Andrew Lloyd Webber y Tim Rice.
 
*En lo intelectual, yo tengo un sentido de la religiosidad parecido al de Santiago Carrillo 
-otro día les cuento su impagable anécdota en relación a la Virgen María-. En lo sentimental,
sin embargo, respeto profundamente el mensaje de Cristo -para mí, un bienintencionado y hippie 
filósofo pacifista cuyo ejemplo muchos debieran seguir; los primeros, sus autoproclamados pastores-
y adoro el costado pop de la pasión, magistralmente encarnada por ese genio de Alcoi
que nunca me cansaré de recomendarles.

 
Disfruten, creyentes o lo contrario, de los días presentes.

Besos.

Rostros pálidos

Posted by : Le poinçonneur | 3 abr 2012 | Published in


Cualquiera que peine ya canas -si es que aún tiene la suerte de peinar algo- sabe que, desde el punto de vista estético, la década actual es de las más decentes: posturas aparte -esos morritos perennes-, los treintañeros del mañana van tan absolutamente ideales -deben pasarse horas componiéndose antes de salir para el insti, cuando los de mi generación apenas nos lavábamos la cara y nos poníamos lo primero que pillábamos- que podrían encajar sin problemas en el remake de Sensación de vivir. Repasen mentalmente a cualquiera de sus sobrinos y verificarán que raro es el día que no lleve quinientos euros puestos encima entre Blackberry, iPod, gafas Carrera o zapatillas Dolce & Gabbana.

Yo, que vestía de mercadillo o de Carrefour, valoro la perfección de la mocedad actual, pero encuentro su estilo tan sustancioso como una pared de pladur: quítenles un solo elemento y el castillo de naipes se irá al carajo en cero coma.

Para los que, como quien esto escribe, se nostalgien de los felices noventa -horrendos, mas coloristas-, avanzo, vía El País, que un par de cachondos -los cineastas estadounidenses Anna Bak-Kvapil y Alex Ross Perry- han compuesto para nuestro solaz Pale Face Première, un descacharrante tumblr dedicado a sobresaturadas fotos de estrellas del celuloide en la alfombra roja de hace veinte años. Cliquen aquí y disfrutarán de sus iconos envueltos en palidez de geisha -culpa del makeup o de los flashes, según las fuentes- y revestidos de la inolvidable moda de una etapa lamentablemente sustituida por el vacío más contumaz.

FOTO: CORDON PRESS/EL PAÍS/PALE FACE PREMIÈRE.

Where is my man

Posted by : Le poinçonneur | 1 abr 2012 | Published in



De entre los mil sinsabores que me ha ocasionado la pertenencia -impuesta- a mi clan familiar, la historia de una de mis tías deviene, por excepción, un infalible sucedido que se ha transformado, por propio derecho, en una de mis más celebradas charlas de gintonic. Y es que mi tía -una mujer tan femenina como Arnold Schwarzenegger- era un personaje colorista que siempre me divirtió y que tuvo a bien, ya en su lecho de muerte, soltar una bomba que laminó mi entorno y que todavía hoy, ocho años después, aún me descojona.

No es para menos: mi tía, feligreses, dejó ir a un metro del tránsito definitivo que, de sus tres hijos, mi tío -ya difunto en la época- sólo le engendró uno. El resto debía adjudicarse a un amor clandestino que, según ella, fue el motor de su existencia.

Puede imaginarse el impacto que la nueva provocó en mi familia, adusta y de moralidad franciscana. Yo, divertido, sólo pude plegarme definitivamente al charme de una dama de aquéllas que se dan una vez por centuria.

Mi tía nació en 1927 y se sacaba los ojos por un duro con quien fuera menester. Idénticas circunstancias, pues, que la gran Eartha Kitt -con la que, además de edad, compartía estatura y asombroso parecido físico-, reflejadas en un vídeo que les enlazo y que sirve para homenajearlas a ambas, que tanto lo merecen.

Feliz semana a todos y todas.