Ayer, salgo de un parking al volante de mi utilitario cuando, al detenerme en la acera a la espera de un hueco para incorporarme a la circulación, se aproxima por mi izquierda un vehículo pesado. Su conductor, mientras reduce ostensiblemente su ya escasa velocidad, me hace un gesto con la mano, invitándome a colocarme delante suyo. Con otro gesto, le doy las gracias y me uno prudentemente a la caravana de coches, ralentizada por un semáforo cercano.
Al cabo de un par de segundos, observo a mi mujer partirse de risa en el asiento de al lado.
-¿De qué te ríes?
-Pues de que te has colado a la brava, menos mal que el otro se paraba de todos modos, que si no, nos aplasta.
-Pero qué dices. ¿No has visto cómo me decía que pasara con la mano?
-Cariño, no te decía que pasaras. Se estaba sacando un moco.
Pues eso.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Yo me compraría otras gafa-pasta. Por si.
La culpa es claramente del otro, perdona que te diga.