Yo, como tantos españoles, me acosté cada noche con José María García durante muchos años. Inútil aventurar cuántos débitos conyugales se habrán dejado de cumplir en nuestra historia reciente por culpa del Butano. Los sociólogos hablarán, pero yo tercio: el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.
Aún hoy, sigo echando de menos mi rato diario con el gran García. Mi humilde léxico bebe, en gran parte, de su magisterio. Muchos lo han imitado, mas ninguno ha conseguido siquiera rozarle la suela del zapato.
Qué menos, pues, que dedicarle unas líneas a propósito de su última intervención en los medios. Como puede verse, no ha perdido el tono muscular.
Con ella dejo a mis lectores.
Muy buenas noches y saludos cordiales.
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