Quinquis

Posted by : Le poinçonneur | 25 may 2009 | Published in

Imprescindible se postula la exposición que el barcelonés Centre de Cultura Contemporània dedica estos días al fenómeno quinqui de los ochenta, pronto aventado por el cine nacional, siempre a pie de actualidad. Engrandecido por Eloy de la Iglesia, el subgénero derivado vivió momentos de gloria de la mano del legendario José Antonio de la Loma, plasmador contumaz del lumpen que en la época dominaba el extrarradio de la Ciudad Condal.

A través de un lenguaje pop y pseudodocumental que ocultaba un trasfondo descaradamente comercial, De la Loma, que venía del spaghetti western, aupó a un estrellato efímero a Ángel Fernández Franco, el Trompeta, a quien, avispado, mutó de alias para convertirlo en el Torete, símbolo de toda una casta. Tres fueron los filmes protagonizados por el Trompeta-Torete: Perros callejeros, Perros callejeros II y Los últimos golpes del Torete. De calidad decreciente, abrasaron taquillas y conquistaron auditorios, en gran parte gracias a contundentes secuencias de acción comandadas por el legendario cascadeur Alain Petit, patrón de mecánicos, vidrieros y planchistas.

Los acérrimos, condescendientes, sabemos disculpar fruslerías como el penoso doblaje, las ramplonas interpretaciones -pocos actores eran profesionales- y lo delirante de los guiones, que alternaban apariciones de la mítica Christa Leem con cameos de personajes reales como María la de las Basuras, alma mater del barrio de Pomar, en Badalona.

La esencia de la serie, empero, recaía en Juan José Moreno Cuenca, el Vaquilla, delincuente prepúber que llevó de calle a la policía tardofranquista a mediados de los setenta. Con apenas diez años, conducía fulacos -Seat 1430 Especial, el modelo más potente de la marca- como si fuera Antonio Zanini. El ficticio Torete, en realidad, trasponía libremente la vida de Moreno Cuenca, que no pudo interpretarse a sí mismo por hallarse en prisión.

Reivindicado, el quinquismo seduce hoy por igual a amantes del camp -entre los que me cuento-, cinéfagos sin prejuicios y, lo que es más notable, a jóvenes que habitan los mismos ambientes que enmarcaron los filmes antes citados, para quienes sus protagonistas no son sino trasuntos chelis de Robin Hood, príncipe de ladrones. Que se pronuncien los estudiosos.

Torete, Antonet, Fittipaldi, Pijo, Chungo. Agotada la fugaz popularidad, cayeron pronto en el olvido. Pocos siguen vivos: a algunos, se los llevó la heroína, otros, se quedaron en accidentes de tráfico. El Vaquilla fue de los más longevos: murió de cirrosis en 2003, a los 42 años. Lo excarcelaron apenas unos días antes.

Juguetes rotos.

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