De mi ya lejano periplo estadounidense, guardo recuerdos de todo tipo, aunque, en conjunto, lo positivo superó a lo negativo. Pese a mis mil reticencias hacia sus pobladores, Estados Unidos es un país que me pierde: grande, atractivo, bellísimo en lo natural y electrizante para los shopaholic, entre los que me cuento, ay, sin remedio.
Enormes son las diferencias entre el cosmopolita norte y el tradicional sur, de costumbres demasiado rígidas para un europeo de alma bohemia como el que esto escribe. Existe, sin embargo, un oasis meridional en el que el guiri se sentirá como en casa, acogido en un frenesí de sonidos, colores y sabores: Nueva Orleans. The Big Easy es una preciosa metrópoli cultural que atrapa al visitante entre acordes de jazz, ecos de Mardi Gras y pechos femeninos al viento en busca de beads con que adornarse.
La jambalaya es, según ciertas teorías, la traslación que de la paella española hicieron los antiguos pobladores de Lousiana a finales del siglo XVIII, en que la zona pertenecía a lo que iba quedando de nuestro Imperio. La ausencia de algunos de los condimentos castellanos más tradicionales, combinada con la influencia africana de los esclavos dio paso a una variante heavy de nuestro Plato Nacional que pronto derivó en dos variantes: red o creole -la que hoy expongo- y cajun, según, respectivamente, se usen o no tomates en su elaboración.
Ingredientes (6 personas y algún que otro tupper):
-1/3 de taza de aceite.
-1 cebolla grande picada o 2 medianas.
-1 pimiento dulce troceado.
-3 cucharaditas de tomillo molido.
-2 dientes de ajo picado.
-1/2 taza de apio troceado (obviado, en mi caso: lo odio).
-250 g de jamón en dados.
-250 g de salchichas de cerdo ahumadas (cuestión dificultosa, ya que la oferta española de sausages no es, ni de lejos, la norteamericana. Preferible buscar algunas que piquen ligeramente).
-470 g de tomates enteros pelados (son ideales los enlatados).
-1/2 cucharadita de clavo.
-1 hoja de laurel.
-2 cucharaditas de perejil picado.
-2 cucharaditas de sal.
-6 gotas de tabasco.
-1 cucharadita de pimienta de Cayena.
-750 g de gambas peladas.
-1 y 1/2 taza de arroz crudo.
-3 tazas de caldo de pollo.
Calentar el aceite en una paellera o sartén -preferiblemente antiadherente- de tamaño mediano. A fuego medio, añadir la cebolla, el apio -quien lo soporte-, el pimiento y el tomillo. Remover hasta que la cebolla y el pimiento se ablanden. Añadir el ajo picado y sofreír un par de minutos más, tras los que se agregan el jamón y las salchichas, que revolveremos mezclando y sofriendo durante unos 10 minutos.
Con el sofrito a punto, echamos los tomates -troceados-, el laurel, el perejil, el clavo, la sal, las gotas de Tabasco, el arroz y la pimienta de Cayena. Remover durante unos 2-3 minutos y añadir el caldo. Mezclar, y una vez que hierva, bajamos el fuego y tapamos la sartén.
Dejamos cocer hasta que el arroz esté hecho y haya absorbido el líquido, como haríamos en una paella tradicional. Hecho esto, incorporamos las gambas, volvemos a tapar y cocemos unos minutos más hasta que estén listas. Si usamos gambas congeladas, las podremos echar directamente del congelador, pero deberá hacerse unos 10-15 minutos antes, para que se descongelen sumergidas en el caldo de cocción.
Retirar del fuego, dejar reposar unos minutos y servir antes de que se enfríe.
ADVERTENCIA: PLATO EXTREMADAMENTE PICANTE.
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Mientras se come esto hay que ponerse un CD de dixieland jazz. Qué ciudad... ¡y qué bien he comido hoy!
Como puede verse, para mi mujer sólo hago algún servicio en dos habitaciones: dormitorio y cocina.
Dura lex, sed lex xD
Que rico todo, necesito mas recetas como esta.