A pesar de haberlo votado en las últimas elecciones, no me siento especialmente casado con Zapatero. No me parece, ni de lejos, el hombre providencial que él mismo se cree, aunque, en vistas de la alternativa, probablemente hoy volvería a meter su papeleta en la urna. Es lo que hay.
De vez en cuando, sin embargo, el zapaterismo atina con precisión cirujana: ayer, sin ir más lejos, entregó al inconmensurable Manuel Alexandre la Gran Cruz de Alfonso X en reconocimiento a sus más de sesenta años de carrera.
Lo que más me ha gustado a mí de siempre son las mujeres y los percebes, comenta el canalla Alexandre, a sus 91, en el documental Un actor para un pueblo. ¿En qué orden? Depende de la calidad, remata.
Manolo, fenómeno.
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