Releo digitalmente la entretenida entrevista que el escritor Luis Racionero concedió a El Periódico hace unas semanas, a propósito de la publicación de Sobrevivir a un gran amor, seis veces, su último libro de memorias.
Conocí de oídas a Racionero hace ya bastantes años, a raíz de su breve matrimonio con la sexóloga Elena Ochoa, hoy Lady Foster. Mientras que, en aquel entonces de hormonas encabritadas, encontraba interesante y hasta atractiva a la resabiada Ochoa, y, por comparación, veía un muermazo en su veterano cónyuge, con el paso de los años, he ido acercándome, siquiera tangencialmente, a ese Racionero de voz pausada que, de puro esnobismo -encima es del PP-, no debería sino repelerme.
Se define el leridano como un medley de misógino y feminista, dedicando a sus seis ex un texto que, sin haber leído, intuyo más laudatorio que escocido. Deshilando la entrevista antes citada, no puedo estar más de acuerdo con sus postulados: yo también temo a las mujeres, mas es el mío un temor barnizado de una admiración tan colosal como su propio objeto. Como Racionero, parezco pontificar contra el sexo enemigo para, al mismo tiempo, acabar aventando que los hombres, gárrulos, no somos sino títeres en manos de unas adversarias tan malvadas como irresistibles. A decir verdad, ninguno de los dos, ay, aspiramos a otro papel.
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