Según leo en El País, desde este sábado, Felipe, duque de Edimburgo, es ya el consorte más veterano de la historia de la Monarquía británica, al haber superado el récord de Carlota, mujer de Jorge III, que compartió tinglados con su marido durante 57 años y 70 días.
Los aficionados al Gotha hallamos perpetuo motivo de diversión en ese estirado gentleman de orígenes helenos que siempre ha llevado mal lo que el común de los mortales de sexo masculino cuando se da la circunstancia: ser un cero a la izquierda en comparación a su cónyuge. Entre los de su clase, célebres fueron las depresiones del fallecido Claus de Holanda, permanentemente eclipsado por el carisma de la popular Beatriz. Más al norte, Enrique, esposo de Margarita de Dinamarca, ha combinado en parecidas circunstancias rabietas y quejas públicas con alguna que otra espantá a su castillo del sur de Francia.
Edimburgo, más sibilino, se ha guardado de explicitar incomodidad alguna por su papel de segundón. Poseedor de un carácter al parecer irascible, ya durante la infancia de sus hijos mayores mostró su debilidad por Ana, de recio temperamento, en detrimento de Carlos, demasiado blandengue para su progenitor. Conocida fue también su ojeriza hacia su nuera Diana, retratada por Stephen Frears en el filme The Queen: tras ser despertado en Balmoral para comunicarle la muerte de la princesa de Gales, Felipe, en batín, opta por volver a la cama con toda tranquilidad.
El casi nonagenario duque, tan vivido como corrosivo, desprecia el lamento y opta por reivindicarse a base de salidas de tono y otras performances que, unas veces por agudeza, y las más, por inoportunidad, llevan más de medio siglo copando los titulares de los tabloids, de continuo ávidos de carnaza que llevarse al tintero. Seguro que les está costando mantenerse despiertos, inquirió recientemente al matrimonio Obama en el transcurso de la charla que estos mantenían con Isabel II, ante el pasmo de ésta. ¿Aún se tiran lanzas unos a otros?, interrogó en otra ocasión a un jefe aborígen australiano. Así que ha conseguido usted que no se lo coman, premió a un ciudadano del Reino Unido con residencia en Papúa-Nueva Guinea. La lista de ejemplos podría ser infinita.
Ante semejantes sentencias, quedan en agua de borrajas las mojigatas críticas que algunos colectivos han dirigido contra Tele 5 por los gags políticamente incorrectos que el gran Mariano Peña desgrana los domingos, en la serie Aída, tras la máscara del tronchante Mauricio Colmenero.
Y es que la zafiedad, transversal, no entiende de nación ni de casta.
Titirititititi.
Comparecencia de la gracia
Hace 18 horas
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