Hay que ser muy ignorante para ensuciar la nobleza de ese oficio. Tal vez aquellos que vivan ajenos por completo al universo de la imaginación infantil no sepan calibrar lo que para un niño significa un espectáculo de títeres. Desde el teatrillo callejero más modesto al que llega al Teatro Real, como las espectaculares marionetas de Enrique Lanz representando El Retablo de Maese Pedro, de Manuel de Falla, todos tienen su valor. Uno de los espectáculos españoles más reseñados en Nueva York el año pasado fue el de las marionetas del grupo aragonés Caleidoscopio. Yo asistí aquel sábado mágico de oscuridad y muñecos fluorescentes y compartí la emoción de unas criaturas a las que los titiriteros hicieron soñar con esa cualidad de lenguaje universal que posee el títere. Recuerdo a los titiriteros al final de la función: vestidos con mallas negras para hacerse invisibles, sudorosos, felices por haber llenado un gran teatro y haber demostrado la magia sin fronteras de su oficio.
Pero hay más. No entiendo qué ha pasado en este país para que, recién salidos de una dictadura, en los setenta, se respetara a los cómicos aunque gran mayoría de ellos se declararan de izquierdas, y ahora seamos incapaces. ¿Éramos más tolerantes? ¿Entendíamos entonces que no es necesario coincidir políticamente con alguien para apreciar su trabajo? Los medios que fomentan ese desprecio alientan un espíritu antidemocrático, aunque se les llene la boca con la palabra concordia.
Elvira Lindo, El País, hoy.
*Hace tiempo escribí en otro lugar un artículo con la misma temática y que expresaba idéntica opinión que el texto de Elvira Lindo arriba adjunto. Como ella, encuentro asqueroso tratar de degradar el noble arte de los cómicos con maneras tan zafias como sus pronunciadores. En cualquier caso, Elvira y yo somos -otra vez- unos ingenuos: esperar cierta sofisticación en según qué plataformas equivale a pretender que las ovejas balen en esperanto. Las pobres, ay, hacen lo que pueden.
Pasa como con lo de "payaso", pocas profesiones son tan respetables como la de payaso.
Hace poco vi "Camino hacia nninguna parte" (creo que se llama así la peli de Fernán-Gómez) y en la España de posguerra ser "cómico" o actor era como ser "muerto de hambre".
Las palabras adquieren otros significados conforme a su uso. Lo de "titiriteros" funciona porque la gente se siente aludida de forma despectiva. Si sintieran lo mismo al llamarles "yogures", se les llamaría "yogures".
Coincido contigo en cuanto a lo de los payasos y también sobre "El viaje a ninguna parte", una película magistral.
No es que lo de tititeros se use porque funcione, sino que, simplemente, se quiere desprestigiar un oficio. El objetivo no es herir a los insultados, sino desprestigiar su oficio entre la población general, lo que es aún más despreciable.
Hombre, hay quienes desprestigian mucho más el oficio que los críticos con este cine español. Por ejemplo: Tristán Ulloa, Liberto Rabal, Alejo Saura, Fran Perea, Elsa Pataki, Joel Joan, Carmen Morales, etc, etc.
Gente que debería tener prohibido hacer películas.
Discrepo cordialmente, ya que pienso que en el cine tiene cabida todo el mundo. De todos modos, de los que dices, me gustan especialmente Ulloa y Joel Joan, del que tengo hace meses un post pendiente sobre "¡Excusas!", una de mis pelis favoritas :)
Vale, tener cabida sí. Pero los de esa lista y otros tantos, que no hagan películas con tu dinero.
Por Dios, Joel Joan es malo, malo, malo.
A ver si logras convencerme de lo contrario en la crítica de esa película que dices.
PD: Y no vale decir que te gustó porque la hayas visto medio borracho, eso es hacer trampa. :D