Otros clanes palaciegos, sin embargo, tienen clarísimo que sus puestos sólo pueden sostenerse rozando lo circense. Inserto aquí a los Windsor o los Grimaldi, siempre prestos a alimentar tabloides a base de escándalos periódicos sabiamente dosificados. El súbdito sufragador, al menos, se regocija, lo que resulta de la más elemental justicia.
Los más vividos connaisseurs nos relamemos sólo de imaginar el huracanado vodevil en que habría devenido Italia si tras el referéndum de 1946 -de dudosa limpieza- los Saboya no hubieran tenido que salir por piernas. Exiliados a la fuerza durante casi sesenta años hasta su amnistía de 2002, los otrora reinantes han mantenido su legado histórico a través del racial Víctor Manuel, hijo de Humberto II y contemporáneo de nuestro soberano. Casado en Las Vegas en 1970 con la hoy muy recauchutada Marina Doria, del matrimonio nació Manuel Filiberto, virtual heredero y conocido en los ambientes televisivos transalpinos con el sobrenombre de Il Piripicchio.
Los amantes de la carnaza disfrutamos como lelos hace unos años, cuando, en plenas celebraciones del enlace entre los Príncipes de Asturias, Víctor Manuel, con unas copas de más, arreó un par de puñetazos a su primo Amadeo de Aosta en las escalinatas de la Zarzuela. Tuvieron que separarlos Ana María de Grecia y un jeque árabe, ante la mirada estupefacta de un Juan Carlos que hubiera podido ser cuñado del agresor si Franco no se hubiera opuesto a su noviazgo con la bellísima María Gabriela. De haber fraguado el compromiso, con el devenir de los años, nuestro Rey hubiera visto cómo su hermano político era vinculado con el tráfico de armas, la logia masónica P2 y diferentes tramas golpistas de extrema derecha contra el Estado italiano. Por no mentar sus períodos carcelarios, el primero derivado del proceso a que fue sometido en Francia en 1987 tras matar a un hombre de un disparo en Cerdeña mientras se hallaba en estado de embriaguez, saldado con una ridícula condena de seis meses. Su segunda temporada a la sombra -preventiva, esta vez- vino a causa de su presunta implicación, en 2006, en un oscuro asunto de evasión de divisas, corrupción, falsedad en documento público y favorecimiento de la prostitución. En estos momentos, se halla a la espera de juicio.
Viene todo esto a colación a cuenta de la última y descacharrante intervención pública de la familia, representada para la ocasión por el impagable Manuel Filiberto, que, consciente de sus deberes, acaba de participar en el Festival de la Canción de San Remo. Il Piripicchio -que ya había aparecido en el Mira quién baila de la RAI- ha cosechado un meritorio segundo puesto, para escándalo de algunos desagradecidos que no saben apreciar el valor del genuino camp cuando lo tienen delante. En este enlace, los interesados podrán disfrutar de Italia, amore mio, el patriótico tema objeto de controversia, compuesto parcialmente por el propio aristócrata.
Cabe preguntarse, en estas circunstancias, cuál hubiera sido la reacción del pobre Luigi Tenco, suicidado en 1967 en el marco del Festival. Ante lo actual, lo suyo no pasó de un quítame allá esas pajas.
Vale, aceptamos a los Saboya como integrantes de la realeza europea.
Pero qué mal canta el chaval.
Qué mala rima...
La letra, la música, el principito, Pupo, el piano horroroso, el tenor para dar el toque, sintetizan muy bien la caspa más italiana. O la Italia más casposa.
Dio del cielo, signore dell'amore.
*MEG, los Saboya son de sangre no azul, sino azulísima.
Las cosas como son :P
*Pianista, eres un intransigente. Lo que darías tú por estar en ese escenario :P
*No a todo, esperaba tu comentario xD Veo que no me has fallado :)