A menudo, suelto aquí que yo, básicamente, me considero un mierda. Para muchos, tal aseveración no es sino una boutade recubierta de falsa modestia. Yerran. No aspiro en este valle de lágrimas más que a dejar alguna huella -confío que positiva- en próximos más o menos inmediatos. Mi aparente severidad de juicio no es otra cosa que sana modestia: nada mejor para la propia salud mental que ponerse a uno mismo en el sitio que en justicia corresponde.
Tal modestia, empero, me permite gozar de lo auténticamente grande con la distancia que la perspectiva facilita: si no pierdo un segundo en adorarme, podré emplear mis energías en admirar lo sublime sin atisbo de contaminación egocéntrica.
Es por ello que no encuentro mejor destino a esta madrugada de sábado que dedicar unas líneas a Carmen Amaya, la mítica bailaora barcelonesa retratada por Rovira-Beleta en Los Tarantos, filme tan irregular como imprescindible en mi acervo sentimental. Por un solo segundo de su genio diera yo media vida.
*Carmen Amaya fue, probablemente, la habitante más célebre del Somorrostro, el misérrimo poblado de chabolas que se extendió en lo que es hoy la Vila Olímpica. Amén del Somorrostro, el Carmel, Montjuïc, el Camp de la Bota y otros enclaves de similar calado fueron hogar transeúnte de miles de foráneos de diferentes provincias españolas que, en los ya lejanos cincuenta, nunca se avergonzaron en reconocerse inmigrantes. A ellos, a mi familia, a tantas otras que vinieron a Catalunya a buscar un futuro mejor, va dedicado este post.
FOTO: COLITA.
Excelente post, un placer leerte.
Gracias, Juselin. Un placer que me leas :)
Que fotaza cari y que gran peli.
Te agradezo este post, Carmen Amaya no puede caer en el olvido.
Un beso.
Carmen era mucha Carmen, y Colita sigue siendo mucha Colita.
La que hubiéramos liado tú y yo en la Gauche Divine...
Ains.