El presente se está volviendo tan complejo y el futuro tan incierto que cada vez me provoca más vértigo ofrecer una opinión que puede cambiar de un día para otro. Me he visto pensando una cosa y su contraria en el margen de una semana, sin saber a qué carta quedarme ante las posiciones encontradas de dos expertos. A veces me obceco discutiendo de manera vehemente con un amigo sobre la energía nuclear, el recorte de salarios o el nuevo contrato de trabajo. De pronto, algo me detiene. Eso que me paraliza es la duda: ¿y si el otro llevara razón?, ¿y si mi opinión siguiera la cómoda plantilla de lo que se supone que una persona como yo tiene que pensar?
Admiro la vehemencia con la que algunos de mis colegas defienden sus posturas. Imagino que un buen caparazón ideológico ayuda a tener convicciones infranqueables porque, en lo que se refiere a conocimientos reales sobre lo que está pasando..., sospecho que la mayoría patinamos. Hay una frase a la que recurro cuando siento desazón por el enorme tamaño de mi ignorancia. Es de Chéjov, ese santo laico: "No he adquirido todavía un punto de vista político, religioso o filosófico. Cambio de opinión cada día y consecuentemente he de limitarme a describir cómo mis personajes aman, se casan, se alimentan, mueren y hablan". Su asombro y su humildad me iluminan.
Elvira Lindo, El País, hoy.
*En un país acostumbrado al griterío -tanto verbal como escrito-, siempre agradezco la mesura que Elvira Lindo aplica a sus opiniones. Aquí, hoy, tienen, nuevamente, una buena muestra.
Reivindico el derecho a la duda y a la equivocación.Parece que tenemos mucho miedo de pecar de ignorantes,y lo que nos hace cada vez más falta,es la humildad,así que comparto esta reflexión de Elvira Lindo,porque el mundo es cada vez más complejo y no podemos ir de manuales sabelotodos,dogmáticos e inflexibles.
bss
Estupendo comentario, Troyana. Lo suscribo de principio a fin :)
Besos.