Interesantísimo resulta el reportaje que El País publica hoy acerca de la más que cuestionable imputación de Ángel Sala -director del Festival de Cinema de Sitges- a raíz de la exhibición de A Serbian film, la cinta de Srdjan Spasojevic en que se muestran escenas de sexo simulado con menores.
En relación a mi cinefilia, tengo un problema insolventable: no soporto el feísmo extremo ni lo abiertamente repulsivo -es superior a mis fuerzas-. A título de ejemplo, lo pasé tan mal con Irreversible que he sido incapaz de volver a verla, y de la saga Saw sólo piqué con la primera -no me busquen en el estreno de las enésimas secuelas-. A Serbian film, por lo que leo, me atrae tanto como echarme arena en los ojos, pero defiendo la libertad de los creadores -¿artísticos?- para narrar lo que crean conveniente -téngase por favor en cuenta que las escenas objeto de debate son, como digo, pura ficción-.
Al margen de mi solidaridad con Sala -que desde aquí le envío-, me temo que, finalmente, la insólita aplicación al caso del artículo 189.7 del Código Penal acabará sirviendo para que un filme mediocre alcance mayor repercusión de la que merecen sus dudosas cualidades. Provoca, que algo queda, que dijo el clásico.
De cómo hacer célebre lo repugnante
Posted by : Le poinçonneur | 11 mar 2011 | Published in TECHNICOLOR, URBI ET ORBI
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