A mí, que no soy Terenci Moix en lo que respecta al amor por el cine clásico, Elizabeth Taylor se me antoja, a estas horas, un trasunto hollywoodiense de Marujita Díaz. No seré yo, empero, quien niegue su trascendencia para el séptimo arte, mas en lo antiguo siempre preferí el celuloide europeo -Truffaut, Berlanga, Malle- al norteamericano, a mis ojos demasiado relamido para interesarme verdaderamente.
Si soy objetivo, me cuesta comprender el mito alrededor de una mujer cuya última película es una de las entregas de Los Picapiedra y que no tendrá en su haber más de una decena de trabajos realmente destacables. Si, por el contrario, me decanto por la subjetividad, no puedo sino adorar a la Taylor y a su vida privada, a todas luces más interesante que la fílmica.
Conrad Hilton Jr., Michael Wilding, Michael Todd, Eddie Fisher, John Warner y Larry Fortensky fueron seis de los incautos que matrimoniaron con la estrella de los ojos violeta, sólo superada en ímpetu casadero por la hoy extremauncionada Zsa-Zsa Gabor -nueve enlaces, incluyendo el falso príncipe Frédéric von Anhalt, cuya sabrosas circunstancias dejo para otro post-.
El interés, sin embargo, queda reservado para Richard Burton, que para Liz fue, sucesivamente, quinto y sexto marido. Se conocieron en 1963 durante el rodaje romano de Cleopatra a las órdenes de Mankiewicz. Él estaba casado con Sybil Williams; ella, con Fisher. Del conocimiento profesional pasaron al carnal a la velocidad del rayo, descuidando el trabajo y convirtiendo Cinecittà en una cama gigante donde dieron rienda suelta a su pasión para desespero de una Fox al borde de la quiebra y cuya salvación dependía del éxito de la película. Cada vez que oigo su voz tengo un orgasmo, llegó a decir ella. Grande fue el desespero de Mankiewicz; mayor, el de Sybil y Eddie, transidos de los cuernos al abandono por vía sumarísima.
Burton y Taylor se casaron en cuanto obtuvieron sus respectivos divorcios. Se separaron en 1974 para volverse a prometer al año siguiente. Doce meses después, nueva ruptura. Entre medio, una de las más intensas y tormentosas historias de amor de la historia de Hollywood.
Ahora, Lumen publica en España El amor y la furia (La verdadera historia de amor de Elizabeth Taylor y Richard Burton), una doble biografía a cargo de los periodistas Sam Khasner y Nancy Schoenberger que ha contado con el asesoramiento de la propia actriz británica. Es de suponer el repaso a las continuas peleas de la pareja, solventadas en huracanadas sesiones sexuales envueltas en los mil diamantes que Burton regaló a su esposa. También, se supone, se contará el encontronazo entre el caniche de la diva y la perla Peregrina, comprada a precio de saldo por el astro galés y que Taylor -díganle tonta- se cuidó, según su costumbre, de conservar tras partir peras.
Richard Burton murió en un pequeño pueblo suizo el 5 de agosto de 1984. Pocos días antes, había escrito una carta. La misma carta de amor que Liz Taylor se encontró en su buzón tras regresar del funeral de quien fue el hombre de su vida.
Jorge dijo:
"Lo que es indudable es que era una pareja pasional. Muchas parejas se hunden por falta de pasión, y para ellos la pasión era a la vez medicamento y veneno.
En cualquier caso... ¿dirías que esta mujer fue un referente de belleza? yo debo de tener problemas con el canon de la belleza, porque a mí, la que me gustaba de verdad, era Maureen O´Hara, la amante selvática y pecaminosa de Johnny Weissmuller".
Te quito el último párrafo para que se vea que soy inflexible con los términos insultantes, hasta cuando vienen de alguien de mi misma cuerda ideológica.
Y por lo demás, amigo Jorge -amiguísimo, al menos en lo digital-, te doy la razón: Liz ha sido guapa -lo sigue siendo entre las de su edad, a pesar de su barroquismo marujitero-, pero nunca fue para mí un icono como sus coetáneas europeas -Bardot, Cardinale, etc-. La Taylor siempre me ha parecido fría como un témpano, y a mí la frialdad, en lo femenino, no me pone nada.
Tengo que darte la razón en lo de O'Hara: con esos harapos estaba matadora. Que por cierto, hay por aquí vídeos que parecen demostrar que en alguna de las escenas de los Tarzanes se tiraba al agua como Dios la trajo al mundo. Maravillas del deuvedé y su perfección en la pausa :)
Abrazotes.
Por cierto, que andamos ambos confundidos: tiro de Google y verifico que nuestra Maureen no era la O'Hara, sino la O'Sullivan.
Gazapo doble :)
Esaaaaaaaaa! Gracias por corregir el lapsus.
Por cierto, perdona por el término del último párrafo. Yo lo entendía más como despectivo que como insultante, así que era mi intención insultar al bueno de McArthy (por otra parte un modelo a no imitar). Pero entiendo que seas inflexible con el lenguaje que se usa. Intentaré que no vuelva a pasar.
Un saludo
Así que NO era mi intención... insultar al bueno de...
Otro gazapo, a ver si espabilo :-)
Don't worry, simplemente quiero dejar claro al respetable que trato a todo el mundo con el mismo rasero.
Por cierto, ando preparando los Special Guest de los próximos meses. Diciembre y enero están adjudicados. Si fueses tú febrero me dejarías encantado :)
Yo soy siempre entusiasta ante cualquier invitación, especialmente si en el pincho de bienvenida se sirven unas croquetitas.