Si fuese actor en vez de jurisconsulto -¿en qué carajo estaría yo pensando a los 18?- querría hacer siempre de malo. Los buenos de película, en general, suelen tender a la cursilería y a la soplapollez, virtudes o defectos de los que procuro huir como mi gata del desodorante -otro día lo cuento: tiene su aquél-.
Es por ello que me congratulo del Óscar honorífico recién entregado a Eli Wallach, el fantástico y cabronazo Don Altobello de El Padrino III, uno de mis villanos favoritos de todos los tiempos, pasados y futuros.
De parte de Eli y mía, y antes de cerrar, un último consejo: si una cincuentona con cara de amargada les ofrece pastelillos caseros en el palco de un teatro, desconfíen.
Háganme caso.
Como suele ocurrir es un premio que llega tarde, pero bienvenido sea. Eli Wallach es un pequeño gigante con mala hostia. Me congratulo, cual lama tibetano, por el premio.
Me uno al congratulamiento -¿o es congratulación?- :P