Estos días de tanta revuelta recordé mi viaje a Marruecos de ya hace años, con la idea de vagar por la cordillera del Atlas. En la frontera de Ceuta con Marruecos, un pequeño problema administrativo para nosotros, y grande para Marruecos, nos tuvo parados varias horas. En ese tiempo pudimos ver a la policía empleándose a patadas con una pareja que iba en un coche, por lo que se me ocurrió que si trataban así a sus ciudadanos en público, la cosa no mejoraría mucho en privado.
Ya en pleno viaje, abandonamos Rabat y paramos en un bar imposible. El sitio no permitía mucha variedad, así que pedimos té para todos. Cuando nos disponíamos a ejercitar la juvenil costumbre del pago a escote, una cara amable de larga y canosa barba nos dijo el precio de la jarra de té que había aliviado la sed de los quince viajeros. La cantidad que se nos pedía permitió que alguien, espoleado por una fácil, repentina, y enérgica generosidad, dijese, poniendo dos “dirham” sobre la mesa…: “¡Aquí pago yo!”.
“Xa estamos cheghando a Massachuses. .. “ El anuncio era de nuestro despistado conductor, pero garantizaba el fin de largas horas de autobús, Marrakech delatada por un rojo discontinuo en el horizonte. Tengo presente, aún hoy, la luz de Marrakech. En mi tierra no hay colores tan nítidos, y yo no sabía que, en las puestas de sol, la pequeña cortina que se lo traga lentamente no era necesaria. Al menos no lo era en Marrakech…
Del día siguiente no olvido la subida al Atlas en nuestro autobús, con un miedo apenas aliviado por la extrema belleza del paisaje, que escondía casas y mostraba un pequeño vergel que el río que bajaba del glaciar reivindicaba a sus costados, en una zona ya desértica. Una roca nunca recortada invadía una curva y provocó que una rueda se asomase al precipicio, en un lugar que jamás quiso ser carretera.
Y llegamos a Imlil, el pueblo que vivía un poco de lo que podía y un poco de la gente que llegaba por ahí con la misma idea que nosotros. En Imlil estaba el hotel “Le Soleil”. Sobre mi convencimiento posterior de que “Le Soleil” mostraba, descarado, dos estrellas, aún no sé si respondía a un deseo, a un espejismo, o a ambas cosas.
La habitación que nos asignaron era adecuada para los quince, dijeron. El mismo razonamiento se habría repetido si hubiésemos sido veinte. Tenía por único mobiliario un retrato de Hassan, por otra parte omnipresente hasta en un sitio tan remoto. A la salida del hotel vi una persona sin piernas, que se movía haciendo palanca con los brazos sobre un suelo pedregoso y polvoriento. La segunda persona que vi me ofreció una casa como alternativa al hotel. Pensé que no perdía nada viéndola. Otro retrato de Hassan, más polvo, una manta muy sucia allí olvidada… De repente, “Le Soleil” me hizo ver su lujo. Poseía hasta baño exterior, o sea, en la calle. Pero acondicionado, eso sí. Ofrecía incluso una piedra plana para que la mano impura tuviera alguna ayuda en su ingrata función.. y una regadera-ducha que acabó, finalmente, elevando su categoría.
Cuando llegó la hora de bajar las cosas de nuestro sufrido autobús, me percaté de que algún chistoso había empaquetado una caja de botellas de vino con portadas de la revista Interviú, con el correspondiente revuelo de parte de la población masculina del lugar. En ese momento pensé que las costumbres del sitio adonde uno va se deben de respetar. Los dos chóferes del autocar estuvieron en Imlil los cinco días que nosotros disfrutamos la montaña. A la vuelta, encontramos muchos hombres en las inmediaciones del autobús; los había que querían mirar a través del pequeño espacio que las cortinillas cerradas permitían; los más, hacían cola en la puerta, otros estaban ya dentro… Pronto obtuvimos explicación. Nuestros chóferes se habían dedicado, ya hacía un par de días, a poner películas con chicas ligeras de ropa en el televisor del autocar, en sesión vespertina y, por lo que se veía, con un contundente éxito.
Volvimos a Marrakech, a la plaza de Jemmaa el Fna. Llena de dentistas sin título, aguadores que ya no tenían agua que llevar, y cobras que perdieron el esplendor que sin duda tuvieron. Aún así, la plaza era increiblemente bella, no porque tenga nada de particular, sino porque tiene tanta vida que el viajero lamenta no poder llevarse alguna.
Pasamos luego por Fez, ciudad que parecería que su única pretensión es mantenerse medieval, por siempre medieval. El cuero se teñía, todavía, con los pies; los burros reinaban en las tortuosas calles, en donde se adivinaba una enorme actividad... Escuché a los alumnos de un colegio recitando el Corán. A través de la ventana, abierta, los vi entretenidos y aplicados. El rey Hassan presidía también el aula. De hecho, Hassan se había apropiado también de Fez.
No sé cuantas cosas habrán cambiado desde mi viaje. Yo tengo el convencimiento de que no muchas. Pero, lo que es seguro, es que ahora es el rey Mohammed el que está en “Le Soleil”, en la escuela de Fez, en la humíldisma casa que visité, en las carreteras, en los mercados…
Y es que las cosas más importantes siempre cambian poco.
*Este febrero es Jorge el que se arranca con el Special, regalándonos un texto que me atrevo a calificar de bellísimo. Jorge, como sabrán, es ese comentarista impecable con el que casi siempre estoy de acuerdo: es difícil discrepar de quien pasa por la vida con tanta elegancia. Basteira -su blog de toponimia gallega- se halla lamentablemente inactivo desde hace meses -quehaceres obligan-, pero pueden consultarlo siempre que quieran en el correspondiente enlace del Dicen por ahí. La foto ilustrativa, por cierto, también es de Jorge, a quien, desde aquí y desde ya, mando un abrazo y mi más caluroso agradecimiento por su contribución a este mi libelo, que es también el suyo y el de todos Vdes.
Comparecencia de la gracia
Hace 17 horas
Muchas gracias a ambos, a Jorge por este magnífico texto y a tí por publicarlo justo ahora que estoy pensando en cambiar los billetes de mi inminente viaje a Marrakech.
Dos besitos
Cari, ha sido casualidad.
Pero ya te dije el otro día lo que pienso del asunto.
Que bien poder viajar un poquito, aunque sea leyendo este maravilloso texto.
Felicidades a ambos.