Repasando a vuela pluma el contenido de este libelo con ocasión de su primer cumpleaños, me doy cuenta de que mi pasión por el sexo femenino, lejos de remitir, sigue incrementándose, como no podía ser de otro modo. Hace un par de semanas, La noche temática ofreció Searching for Debra Winger, un estupendo documental de Rosanna Arquette sobre las actrices maduras, ésas que, para muchos, se vuelven transparentes en cuanto empiezan a flirtear con la cuarentena. Desfilaron nombres como los de Jane Fonda, Sharon Stone, Michelle Pfeiffer, Charlotte Rampling o Diane Lane, a cual más subyugante. Quiero hoy, sin embargo, recordar a una star que no aparecía en el trabajo de la Arquette, pero que simboliza una de las filias que preside mi existencia desde tiempos inmemoriales. Y es que siempre he querido ser, al menos una vez en la vida, un trasunto del personaje de Dustin Hoffman en El graduado, para que una dama como Anne Bancroft pudiera hacer conmigo lo que quisiera. Mientras que el inexperto Hoffman, en la película, se quedaba con Katharine Ross, la insulsa hija de Mrs Robinson, yo, sin dudarlo, hubiera escogido a la madre, tan malvada, caprichosa y magnética como sólo une femme à quarante ans puede ser sin perder la compostura. Desde aquí, mi homenaje a la Bancroft, una de las mayores delicias que ha visto nuestra civilización.
Le disciple du Gainsbarre, 27-12-2007.
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Tengo un déjà vu ....
Vas a tener muchos en estas páginas...