Ayer, inesperadamente, y gracias a la nevada y a Endesa, tuvimos el privilegio de viajar en el tiempo. A partir de las cuatro de la tarde, nos quedamos sin luz -eléctrica-, teléfono -el fijo, eléctrico-, agua caliente -con termo eléctrico-, vitrocerámica -eléctrica-, calefacción -por bomba de calor eléctrica- y ordenador, Internet, equipo de música, televisión y DVD, artilugios todos ellos también eléctricos y sumados al boicot en nuestra contra. El móvil, aun con batería, se alió con sus compañeros, haciendo mutis por el foro.
En cuanto oscureció a eso de las siete, tratamos de iluminarnos con la ridícula velucha que encontramos, que duró lo mismo que un suspiro. Una vez cenados entre penumbras, condenados al más perro aburrimiento, y descartada la opción del coito -a ver quién era el guapo que se bajaba los calzones a esas temperaturas-, derrotados y tiritando, mi mujer y yo nos acostamos a las nueve. Ella consiguió dormir, yo no.
Acurrucado entre mantas, imaginaba cómo debieron sentirse mis abuelos noralmerienses durante el Nevazo Gordo de 1944 -legendario en la zona-, cuando su pueblo de alta montaña se vio cubierto el día de Navidad por una capa de nieve de casi dos metros que en los lugares sombríos no se derritió totalmente hasta el agosto siguiente. Mi padre, un niño entonces, recuerda cómo, a través del cristal de la ventana de su casa -una planta baja a pie de calle-, podían verse los tobillos de los transeúntes que caminaban como podían sobre el blanco elemento. Ni que decir tiene que mi familia, entonces, se las apañó mucho mejor que nosotros, al no estar sometidos a la gilipollesca dictadura del amperio, aunque más de uno, aislado en el monte, y al no poder salir a por leña, tuvo que quemar hasta las puertas para no morir congelado.
Y en ésas me veía cuando a la una en punto de la madrugada volvió la corriente, y con ella, el siglo XXI.
Al menos dormiste en tu casa, a mí me toco en casa de la suegra, y con un pijama que no me cubría ni los tobillos y a medio antebrazo...
Me alegra saber que no hace falta mandar camiones de la ONU con ayuda humanitaria a tu calle.
Acuérdate de comprar velas.
Es una experiencia que deberíamos tener de vez en cuando para recordar el grado de dependencia que tenemos de la electricidad pero, eso sí, los pies siempre calentitos.
Saludos.
Luz más luz, que dijo Goethe en el último suspiro. Quizás estaba pensando en el futuro de todos nosotros.
Y lo de dormir era vestidos....?, porque si no podías haber recurrido al acercamiento marital.
La verdad es que estamos pendientes de un hilo...de luz.
Un abrazo
Hay que verle el lado positivo. Es posible que el apagón aumente la natalidad.
Pues he leído por ahí que los políticos locales estaban sobre aviso de la importancia de la nevada. Supongo que dedicaron los días previos a encerar sus esquíes. Por aquí, Doña Espe es más pragmática. Cada vez que se produce una nevada del copón, envía una delegación a Rusia para que tomen nota de cómo se las arreglan por allí. Soluciones pocas... pero el vodka a precio de saldo debe correr a discreción.
*Juselin, no me digas que eres tan ordinario como para dormir en pijama. ¿No sabes que con unas gotas de Chanel 5 bastan? :P
*Pablo, velas compradas. Las normales estaban agotadas -viva el catastrofismo-, así que hemos tenido que conformarnos con dos antitabaco de manzana y vainilla. Y eso que no fumamos.
*Blue, no me lo recuerdes, que tenía las zapatillas de invierno lavándose y he tenido que conformarme en el ínterin con unas chanclas de verano. Horrible.
*Marcela, lo del ayuntamiento carnal quedó descartado por la temperatura ambiente. Hay veces que ni las mantas. MUAKS.
*Jorge, no será mi caso, créeme :P
*Los locales a por uvas, Álex, as usual. Y por cierto, no te diré que Espe me pone, pero falta poco.
Abrazos.