Yo, que ya veo asomar los cuarenta al cabo de un par de esquinas, no me tengo ni por más listo ni por más tonto que la mayoría de mortales. Ocurre, sin embargo, que pretendo practicar la buena costumbre de escuchar dos veces y leer entre líneas, actitudes, que, si saludables para con la realidad en general, se vuelven definitivas cuando me enfrendo a una obviedad.
*Prácticamente coincidiendo con la publicación de este artículo, Rosa Díez ha sido zarandeada, abucheada e insultada en la UAB, a escasos metros de la que fue mi facultad, cuando se disponía a pronunciar una conferencia. Como lo cortés no quita lo valiente, quiero expresarle desde aquí mi solidaridad y mi repulsa por lo acontecido, de total vergüenza ajena. Mi audiencia disculpará que no adjunte los habituales links a la noticia porque, simplemente, no quiero proporcionar publicidad alguna a quienes no entienden que la libertad de expresión es un derecho fundamental. Allá ellos.
Y es que, según me ha demostrado la experiencia, en este país nuestro, quien se autoproclama independiente, suele pertenecer a la derecha más acérrima. Tiene gracia, pero es una regla que, si no secular, se esfuerza en confirmarse de la manera más contundente. Me viene a la cabeza aquella AEPI que, a través de la independencia, nació para cargarse al último Gobierno de Felipe González.
Al mismo tiempo, de vez en cuando, surge algún que otro partido que se presenta como la panacea del progresismo. Del progresismo auténtico, superando banderas y localismos en aras de una igualdad tan laica como rayana en el hippismo. A los cuatro días, sin embargo, sus promotores -por sus actos los conoceréis- empiezan a aparecer de forma repetida en Libertad Digital, El Mundo, esRadio, la COPE y medios similares, que, de ideología aparentemente contraria a la de los neonatos, los abrazan y patrocinan con entusiasmo. Blanco y en botella, dice el acervo popular.
Debería saber Rosa Díez que el apoyo de ciertas plataformas no es ni gratuito ni incondicional. Debería, también, darse cuenta de que muchos de sus postulados en cuanto a la pluralidad de España rozan lo ultraconservador -concediendo la ilusión de que no sea, de ello, plenamente consciente-. Que agitando lo que nos une, acaba por separarnos. Que sus métodos, en su partido, están lejos de ser renovadores -que se lo pregunten a quien le lleva la contraria-. Que sus palabras sobre los gallegos no son sólo desafortunadas -todos la cagamos de vez en cuando-, sino que se han convertido en repugnantes por su negativa a rectificar.
Adjunto, a continuación, un extracto del programa radiofónico de Julia Otero en que Arcadi Espada -incondicional de Díez perennemente jaleado por los medios antes citados-, acaba por rematar lo iniciado por la vasca. Éstos quieren ser, lectores, los adalides de la regeneración que España tanto necesita.
*Prácticamente coincidiendo con la publicación de este artículo, Rosa Díez ha sido zarandeada, abucheada e insultada en la UAB, a escasos metros de la que fue mi facultad, cuando se disponía a pronunciar una conferencia. Como lo cortés no quita lo valiente, quiero expresarle desde aquí mi solidaridad y mi repulsa por lo acontecido, de total vergüenza ajena. Mi audiencia disculpará que no adjunte los habituales links a la noticia porque, simplemente, no quiero proporcionar publicidad alguna a quienes no entienden que la libertad de expresión es un derecho fundamental. Allá ellos.
A mí Rosa Díez, parafraseando tu serie de posteos, me da pereza. Sus partidarios (tan entusiastas ellos) me dan pereza cuando me piden que firme no sé qué manifiesto en defensa del castellano en Cataluña, como si una de las lenguas oficiales de mi país estuviese en peligro de extinción. Me dan pereza sus incontables meteduras de pata, lingüisticamente hablando. Me aburre su discurso victimista en relación a las comunidades con vertientes soberanistas. En lo único que podría estar de acuerdo con su partido es en la independencia de pensamiento... pero en mi caso sin COPES, MUNDOS ni Libertades Digitales soportando mi peso. Ellos también me dan pereza.
No distingo entre conservador y ultraconservador.
Y sí, lo de Díez fue una metedura de pata.
*Álex, me lo quitas de la boca. Amén y bravo por tu perspicacia.
*Pablo, es fácil: ¿distingues entre derechista y ultraderechista? Pues eso :)
No creas. :P
La cagada, ¿no fue en la entrevista de cuatro? ¿También la cagó en el congreso?
Enfin, "des p'tits trous"...
Anónimo, yo diría que fue en el Parlamento, por lo que he leído.
Fue en una entrevista de Iñaki Gabilondo en CNN+.
Tomo nota, que diría Juncal.
Recuerdo cuando formó su partido y se erigió en estandarte del progreso y la democracia, dando a entender que estábamos perdidos en este país bipartidista. Y lo peor es que la creí.
Luego su partido tuvo un "desliz" cuando se negó a condenar la ley homófoba de Lituania en el Parlamento Europeo (http://www.amecopress.net/spip.php?article2533) y, más tarde, descubrimos que es una bocazas incapaz de rectificar en un mundo tan lleno de archivos periodísticos.
Te doy la razón en todo, aunque me pongo la pequeña medalla de no haberla creído ni siquiera en sus inicios: dime con quién andas y te diré quien eres.
Besos.