Cuando lejos te encuentres de mí,
cuando quieras que este yo contigo,
no hallarás un recuerdo de mí
ni tendrás más amores conmigo.
Te lo juro que no volveré.
Aunque me haga pedazos la vida.
Si una vez con locura te amé,
ya de mi alma estarás despedida.
No volveré.
Te lo juro por Dios que me mira.
Te lo digo llorando de rabia.
No volveré.
No pararé
hasta ver que mi llanto ha formado
un arroyo de olvido anegado
donde yo tu recuerdo ahogaré.
Fuimos nubes que el viento apartó,
fuimos piedras que siempre chocamos.
Gotas de agua que el sol resecó,
borracheras que no terminamos.
En el tren de la ausencia me voy,
mi boleto no tiene regreso.
Lo que tengas de mi te lo doy,
pero no te devuelvo tus besos.
Raphael, Sony Music. Original de José Alfredo Jiménez e incluida en Te llevo en el corazón, monumental homenaje a la canción latinoamericana que pienso hacer mío esta tarde en la FNAC.
*Ya he dicho por aquí varias veces que soy un amante del exceso en su sentido más amplio -sustancias ilegales aparte, no me sean malpensados-. Hablo mucho, río mucho, bebo mucho y como a tres carrillos. La moderación no va conmigo y los moderados, por lo general, me suscitan desconfianza. Me gusta más, en consecuencia, el huracán que el vientecillo, y el aguacero que el chirimiri. Por todo ello, y como bien apuntó Enrique Bunbury en una entrevista televisiva, la canción mexicana me subyuga, por estar siempre, en su esencia, bordeando los Códigos Penales. Siguió Bunbury por esos mismos motivos destacando atinadamente la ranchera sobre el corrido, por naturaleza más sosegado y magro en su interés.
Comprenderán entonces que, en los últimos años, no haya podido evitar converger hacia Raphael: si yo fuera cantante cabaretero -mi oculta vocación- probablemente acabaría por imitarlo en los escenarios de forma consciente o inconsciente. Pongan en su boca los versos de José Alfredo y obtendrán un conjunto sencillamente imprescindible.
Entenderán ahora, también, mi abominación hacia José Luis Perales. Ya me dirán Vdes. quién puede fiarse de alguien que canta encogiéndose de hombros.
Madre de Dios, Lepoin, qué gran texto. Casi has conseguido que me guste Raphael. Yo también soy muy de excesos, pero no comparto la estética. Sin embargo, puede que le mire de una forma diferente.
Muaks.
A mí Raphael no me gustaba antes porque yo iba de finolis, pero he de reconocerte que artísticamente es otra persona desde su enfermedad.
Ha modernizado su look, sus letras y se ha acercado a Bunbury. Es un artista nuevo, y modernísimo.
Brindo por su transformación y, cómo no, por mi maña favorita ;)
MUAS.
Y antes, y antes. En sus clásicas hay más historia que en muchas vidas. Y cada vez son mejores historias.
Yo estoy en el de tangos. Oye, enorme, fascinante.
Sigo al acecho a ver si un día pillo el Olympia.
Muchas de sus canciones de antes son de Manuel Alejandro, y eso, para mí, es mentar los Evangelios, querido Pianista.
Pero me gusta más cómo las interpreta ahora. Se le ve renovado, pletórico y con una ambición de la que antes parecía carecer. Le han quitado 20 años de encima, y se nota, y para bien.
Amén que, sinceramente, me parece un tipo mucho más humilde y cercano. Él mismo lo reconoció en su reciente miniserie, que a buen seguro verías.
Que viva Rapha, coño.
Admiro mucho a Raphael, seguramente tiene todos los ingredientes que un artista debe tener, pero no creo que compre un disco suyo.
Del que encoge los hombros...¡Ni en sueños!
Dices que se ha acercado a Bunbury ¿No habrá sido al revés?
Saludos.
Lo del acercamiento Rapha-Enrique y viceversa es como lo del huevo y la gallina: idéntico resultado, da igual el procedimiento :P
Blue, te recomiendo "Cerca de ti", un disco de hace unos años que estoy convencido te va a encantar. Gran parte de las canciones son de Bunbury, y algunas como "Y grito no" o "Ven a caminar conmigo" son obras maestras, créeme :)