El Roto, El País, ayer.
*Hace apenas veinticuatro horas comentaba con un creciente amigo -que no es que el chaval se ande elongando, sino porque nuestro vínculo, novato, va en feliz incremento- la vergüenza que sentía ante la relativa indiferencia que me despertaba el movimiento 15-M. Circunstancias personales no del todo agradables me impiden salir de mi huevo para prestar más atención a lo que se me antoja la mayor demostración de decencia colectiva de los últimos años. Por una vez, España puede servir de ejemplo al mundo. Y que yo sea un adocenado no impide que, desde aquí, mande mi aliento a quienes están dando la cara por todos nosotros. Bravo.
El "chiste"del Roto ya lo dice todo ¿Para qué añadir más?
Besos.
Yo me pasé hoy por la concentración de Gijón. Y vi tal ilusión que a punto estuvieron de saltárseme las lágrimas. ¡Olé por estos chicos!
Por mi parte, para pasado mañana, sigo dudando entre la abstención y el voto en blanco.
Y confío que este ilusionante movimiento no se acabe el domingo, claro
No es mayo del '68, no es la revolución de los claveles, pero hacía mucho tiempo que no veía una movilización así, creo que desde lo de Miguel Ángel Blanco o desde el 11-M...
Aun conservo algo de esperanza en la raza humana. Estamos hablando de una concentración que dura casi una semana y no ha habido altercados de violencia. Eso es civismo. De verdad, llamadme iluso, pero me alegra ver esto, que la gente se mueve y no sólo por un Madrid-Barça.
Pues yo pienso que si lo que se quiere es renovar la política, y se hacen propuestas concretas para ello, el camino no debería de ser deslegitimar la clase política, y esto por dos motivos:
- Vivimos en un país formalmente democrático que se rige por el juego de partidos. Los partidos más inmovilistas son los partidos mayoritarios. Si la reacción es abstención o voto en blanco, los que están siendo beneficiados son precisamente los partidos mayoritarios.
- Las propuestas de reforma que se hagan, deberán canalizarse por vía parlamentaria, y para eso hace falta un movimiento organizado, o un partido más o menos tradicional. Yo tengo la máxima simpatía por estas expresiones de descontento, pero su virtud es a la vez su gran defecto, y es que la espontaneidad en la protesta acabará siendo fagocitada por movimientos o personas externas a ella si es que eso no está pasando ya.
Yo opino que los cauces para cambiar las cosas son más la integración activa en política (lo cual en España no se estila, por otra parte), dentro de los partidos que ya existen y que ofrecen una ruptura con la política tradicional, que este tipo de reacciones que, repito, por su modo de creación y de evolución tienen un muy limitado tiempo de vida y de influencia social
Cómo te entiendo, querido Lepoin... Yo sí estuve, a las doce en punto de ayer me escapé para la plaza del Pilar. No quiero que me cuenten las cosas.
Besos.
De acuerdo en tu análisis, Jorge, pero, aunque la cosa acabe en muy poco, ¡Que nos quiten lo "bailao" en estos momentos de extraordinaria ilusión colectiva! Por lo menos vivimos con dignidad, aunque sólo fuesen unos días. El futuro, ¿quién sabe?...
Agradeciéndoos a todos, como siempre, vuestras aportaciones, me limitaré a apuntar que el problema de España es, simplemente, que no tenemos solución. Que siempre habrá quien se rebele, como estos indignados, pero se quedarán en una minoría, como han demostrado los resultados del 22-M.
A menudo, en mis disertaciones gintoniqueras, le hago ver a mi mujer que el cutrerío español es tan secular que ya hallamos muestras hasta en nuestros momentos de más apogeo. Que tuviéramos por reina a una señora que no se cambiaba la camisa, o que se cargaba de un plumazo la pluralidad religiosa en favor de la confesión más retrógrada del momento tiene su gracia.
Como también la tiene que su nieto Felipe II, el rey más poderoso del país más megapoderoso del momento tuviese que declarar dos veces la bancarrota del Estado. O que los piratas ingleses nos mangaran a cañonazos el oro americano que traían los galeones porque nadie era capaz de defenderse de cuatro facinerosos.
Pondría tantos ejemplos que agotaría tanto los caracteres disponibles como la paciencia de mis lectores.
En resumen: que si pudiera me largaba y no volvía.