La mujer que llega tarde*

Posted by : Le poinçonneur | 12 oct 2012 | Published in


 
La mujer que llega tarde salva de un salto los últimos escalones que dan acceso al andén y aterriza sobre sus tacones. La multitud inicia ya el abordaje del tren y, tras unos segundos, tres pitidos anuncian el inminente cierre de las puertas.

Recuperando todavía el equilibrio, la mujer alcanza a colarse en el último vagón.
 
El calor es sofocante.

Con la pericia que da la experiencia, la mujer logra abrirse un hueco entre la gente y avanzar lentamente hasta encontrar un rincón en el que atrincherarse. Después, rebusca con decisión en el interior de su maletín y saca un periódico.

Millones de gotas de sudor se deslizan por la espalda de la mujer, que tras considerable esfuerzo consigue localizar su sección favorita y se sumerge en la lectura de los anuncios personales.

Sólo cinco minutos más tarde, un muchas gracias señora, la devuelve a la realidad. Una mujer gorda y de melena ardiente, está cediendo su sitio a un anciano. El viejo suspira y se deja caer con dificultad sobre el asiento. La mujer abandona por un momento el periódico y fija su mirada en él. El viejo tiene el pelo gris y los ojos claros, va vestido con un traje oscuro de aparente buen estado, aunque un estudio más profundo delata unos puños y bajos raídos.

La mujer lo observa unos instantes. El anciano le resulta extrañamente familiar. Decide desechar la idea pensando que podría tratarse del abuelo de cualquiera. Una sacudida del tren hace coincidir sus miradas. La mujer siente en su cara el calor de la vergüenza. El viejo le envía una sonrisa neutra y distante, que le hace dudar que vaya dirigida a ella. Por si acaso, la mujer le corresponde con un asentimiento fugaz y vuelve a clavar la nariz en la prensa.

Pero es inútil. No puede quitárselo de la cabeza. Su cara le es conocida, así que vuelve a examinarlo, asomándose por encima del periódico. El viejo habla ahora en voz queda, mientras mira a su alrededor en busca de interlocutor. "Dicen que hay Dios, pero es mentira, si la gente que roba muriera de cáncer, entonces no lo sería" repite, una y otra vez. Su vecino de viaje –un joven de pelo largo y túneles en las orejas- se desentiende de él simulando leer algo en su móvil.

La megafonía interna anuncia la próxima estación. La mujer que llega tarde reconoce el nombre de su parada y salta al andén en cuanto se abren las puertas.

Y entonces lo recuerda.

Orlando Mir. 75 años. El anuncio en el periódico de ayer -el único que no vendía nada- con una foto del viejo, algo antigua, y un teléfono de contacto.

La mujer se vuelve y lo busca con la mirada. El viejo se ha levantado de su asiento y avanza hacia ella. Tres pitidos anuncian el cierre de las puertas.

-¡¿Orlando?! - grita la mujer.

-Dicen que hay Dios, pero es mentira, si la gente que roba muriera de cáncer, entonces no lo sería- repite el viejo a modo de respuesta.

El tren cierra las puertas y retoma la marcha.

El viejo agita la mano y le sonríe con la mirada perdida.

La mujer que llega tarde le devuelve el saludo.

*Un año más, me hincho cual pavo en ofrecerles las felices colaboraciones de Maribel -con la palabra- y Cristina -con el objetivo-, en esta sección aplaudible y destacada entre el páramo que conforma este libelo, que es, como siempre, el suyo y el de todos Vdes.


TEXTO: MARIBEL RUIZ.
FOTO: CRISTINA COSTALES.

(7) Comments

  1. Iseta Barrufeta

    Me repito, lo sé, pero lo digo de todos modos: el dueto Ruiz-Costales funciona de maravilla. Por cierto, qué páramo ni que párama, sr. Poinçonneur? Jardín botánico querrá decir.

    12 de octubre de 2012, 10:46
  2. Sr_Skyzos said...

    Buenísimo el relato.

    12 de octubre de 2012, 14:53
  3. La Recepcionista said...

    Me quedo con las ganas de saber como habria continuado el relato...

    12 de octubre de 2012, 15:49
  4. koolauleproso said...

    Excelente cuento. Qué prodigio de elipsis. Felicidades a Maribel, a Cristina por las estupendas fotos, y a ti por tener la suerte de conocerlas y acogerlas en tu casa

    12 de octubre de 2012, 18:24
  5. Antonio Casado said...

    Bonita historia y fotazo de Cristina.

    14 de octubre de 2012, 1:15
  6. Maribel Ruiz

    Gracias por los comentarios sobre el cuento.
    La verdad es que Cristina sabe como nadie poner cara a mis personajes y escenario a mis historias.
    Una verdadera artista.

    15 de octubre de 2012, 23:10
  7. Le poinçonneur said...

    No suelo comentar los posts invitados por política de empresa, pero no me resisto a expresar, en este inicio de curso, mi agradecimiento a Maribel y a Cristina, así como a sus muchos fanses.

    No saben Vdes. lo que me encanta que vengan dos intrusas a mi casa y me goleen en reconocimiento, popularidad y visitas. Y si creen que hablo en modo irónico, es que me conocen poco.

    Guapas. Gracias.

    16 de octubre de 2012, 0:55