A veces, algunos de mis lectores y habituales se sorprenden de mi afrancesamiento, ése mismo que hace que, a las primeras de cambio, coja el coche y me largue a Perpinyà a asaltar
boulangeries y tiendas de discos. No es para menos.
Y es que ya me dirán si no puede uno encogerse de envidia ante un país amante del
camp -tan ligado al sentido del humor que tanto escasea Pirineos abajo- que, a sus 77,
eleva a la categoría de icono fashion a
Bernadette, la hasta ahora discreta esposa del
travieso Chirac. La afectada, como es natural, está que se regocija por las esquinas.
Por aquí algún aventurado podría probar a hacer lo propio con
Ana Botella, pero me da que no sacaría ni para cubrir gastos.
Dura lex, sed lex.
Mi conocimiento de la France es escaso. Pero no puedo por menos que abominar de las cenas a las seis de la tarde tanto como admirarme por la innata amabilidad de los gabachos y su exquisita urbanidad.
Lo dicho, cuídate mucho...
Lo de la urbanidad gala supongo que no lo dirás por los conductores parisinos xD
La selva aquello, oiga.
Mil gracias y abrazos :)