El "Lib"

Posted by : Le poinçonneur | 3 jun 2010 | Published in

Cuando tenía 14 o 15 años, en lugar y circunstancias que no corresponde aquí desvelar, llegó a mis oídos el paradero de una vieja maleta que contenía decenas de Libs de finales de los años 70. Para quien no lo sepa, el Lib era una publicación erótica nacida con la ola aperturista que la reprimida España vivió tras la muerte de Franco. Fundada en 1976, la cabecera sirvió, en sus inicios, de instrumento de formación para una juventud ansiosa de experimentar con lo que Dios les había colocado de cintura para abajo, una vía como otra cualquiera de rebelarse contra tantos años de caspa y pacatismo. Inquietud comprensible, dadas las circunstancias.

Aunque yo ya había echado mi fascinado ojo a las páginas de la revista en mi más tierna infancia -inolvidable la trastienda del barbero de mi barrio, un auténtico edén-, jamás había tenido a mi entera disposición un alijo como aquél. Cada poco, movido por el morbo de lo vetado, robaba unos cuantos ejemplares que camuflaba hábilmente en la caja de un Cluedo que guardaba entre los juegos de mesa de mi habitación.

El lector avispado -o ni siquiera eso- podrá suponer cuál era el uso que, en la nocturnidad más clandestina, yo daba a aquel tesoro, trufado de instantáneas de reinas del destape como Susana Estrada, Violeta Cela o Norma Duval. Mis preferidas, empero, eran las anónimas, como Mercedes, la enemiga de Orantes -una improbable tenista escasa de ropa interior-, y, sobre todo, Pippi Calzascortas, la pelirroja -integral- gracias a quien descubrí que todas aquellas amenazas que había escuchado sobre ceguera y pelos en las manos no eran más que cuentos chinos.

Como, aunque proclive al arte de Onán, siempre me gustó cultivarme -lo cortés no quita lo valiente-, dedicaba horas enteras a la lectura de los artículos que acompañaban a las instantáneas. Aunque pueda sorprender a más de uno, la calidad de los textos del Lib era más que notable, normalmente dedicados -siempre desde un punto de vista erótico- a la actualidad nacional y los estrenos cinematográficos del momento. En el Lib me enteré de quién era Ilona Staler -Cicciolina- o de que Massiel y Lorenzo Santamaría protagonizaron Viva o muera Don Juan -una versión sabrosona del clásico de Zorrilla-. Hojeando, se me cayó al suelo la mandíbula comprobando que hasta la misma Rocío Dúrcal que mi padre ponía en el cassette del coche había caído en las redes del género a través de la legendaria Me siento extraña, el subproducto lésbico que rodó con Bárbara Rey a las órdenes de Enrique Martín Maqueda. La Dúrcal, al parecer, accedió a actuar en el filme debido a su delicada situación económica, y, tras el estreno, horrorizada, acabó huyendo a México, donde conoció a Juan Gabriel, que le abrió las puertas del éxito definitivo con sus rancheras: a la postre, pues, lo aciago devino en áurico.

De todo aquello, sin embargo, lo mejor eran las crónicas que el gran Luis Cantero publicaba semanalmente en la última página. Bajo el título La vuelta al mundo en 80 polvos, Cantero -posteriormente presentador del ¡Ay, qué calor! de Tele 5- narraba unos viajes sin duda apócrifos en los que supuestamente gozaba de los placeres del sexo en los lugares más exóticos. Imposible obviar, por descacharrante, la reseña plagada de tópicos de los burdeles de Bangkok, entonces en la cresta de la ola gracias a la primera entrega de la Emmanuelle de Sylvia Kristel.

Hoy, más de trés décadas después, Lib sigue publicándose, lejos ya de la tirada e influencia de sus mejores tiempos. Convertida en un formato porno más, sus editores han tenido el gran acierto de reunir, en su página web, un archivo histórico de sus mejores reportajes, objeto de culto para los más vividos connaisseurs. No enlazo aquí su contenido por razones obvias, mas estoy convencido de que los interesados -que serán legión- sabrán cómo encontrar lo que no es sino un saludable pedazo de nuestra Historia.

(4) Comments

  1. Olga Bernad said...

    Qué gran entrada, Lepoin, para mi el Lib es una mirada sobre lo prohibido desde la infancia. Recuerdo haber oído hablar de la película de Rocío Dúrcal a los mayores, pero nunca la he visto. No me lo pude creer y aún me cuesta hacerlo.
    Las pocas veces que tuve una Lib en las manos con suficiente tranquilidad como para leer los textos, me quedé a cuadros con las cosas que había que hacer en la vida. Eso fue materia de discusión con mis amigas. Poco tenía aquello que ver con la agradable perspectiva de besarse con los chicos por los parques (que era lo que a mí me apetecía;-)
    Sin embargo, tengo que reconocer que en ella encontré, como ya te dije hace un tiempo, allá por mi primera preadolescencia o como se llame, el negro más turbador del mundo, que ya forma parte de mis mitos.
    En fin, en fin, qué tiempos...

    3 de junio de 2010, 9:54
  2. Le poinçonneur said...

    Jajaja, Olga, brindo por ti y ese negro. Qué mal repartido está el mundo...

    "Me siento extraña" la tuve una vez en las manos en la FNAC y no la compré. Aún me estoy arrepintiendo.

    Y sí, el "Lib" era toda una fiesta. Me alegro de haber compartido contigo esta afición por lo patriótico :)

    MUAKS.

    3 de junio de 2010, 23:56
  3. Malachuca said...

    El Lib era novedoso al principio y durante unos cuantos años más, cuando las publicaciones erótico-festivas que así denominan en la redacción del Lib a sus contenidos, eran una novedad, de hecho creo que el Lib fue la primera de ellas (el Interview también). Que la mujer enseñara su cuerpo, que los españoles pudieran disfrutar del cuerpo de la mujer y que se hiciera público que el placer ya no era tan pecaminoso fueron las primeras señales de que la Revolución Sexual en España por fin había llegado. Con un desfase de más de 20 años con respecto a Europa.
    Hoy Lib es un producto de refritos que sigue haciendo caja aireando una época de esplendor que nunca va a volver. Pero hay que reconocer que a Bengt se le está dando bien estirar la cuerda.

    13 de septiembre de 2010, 14:06
  4. Le poinçonneur said...

    Tienes razón, Malachuca. El "Lib" fue toda una revolución, y, amén de por lo obvio, era una gozada leerlo por la calidad de sus artículos. Pero es que aquélla fue una época en que la edición española de "Playboy" la dirigía José Luis de Vilallonga, por poner un ejemplo.

    Qué tiempos aquellos, sin duda alguna.

    Bienvenida a mi libelo, que es el tuyo.

    Besos.

    14 de septiembre de 2010, 15:08