Artur I

Posted by : Le poinçonneur | 6 ene 2011 | Published in


Aunque no le votaré en la vida -soy de aquellos trasnochados que seguimos emperrados en sufragiar en base a motivos ideológicos- veo con cierta simpatía la llegada de Artur Mas a la Generalitat. Se me antoja un tipo preparado, competente y con ganas de hacer cosas. El tiempo dirá si lo consigue.

Arriba Mas como recambio para sustituir a un Montilla quemado por el tripartito que, aun buen president, ha acabado amortizado por la ciudadanía tras la sentencia del Constitucional sobre el Estatut. Su lealtad hacia quien no la tuvo para con él -el PSOE de Zapatero- le ha impedido hacer lo que tantos votantes socialistas catalanes le reclamamos: romper de una vez por todas con Ferraz y hacer valer el hasta aquí llegamos. En plata: que si llega a salir al balcón de Sant Jaume a declarar la República Catalana en plan Macià le habríamos hecho la ola hasta los que jamás nos hemos considerado independentistas. Pero ese es otro tema.

Volviendo al nuevo inquilino de la Casa dels Canonges, es de justicia reconocer la evolución entre el Mas relamido de los primeros noventa -aquél que chupaba la rueda de Maragall en el Ayuntamiento de Barcelona- y el político renovado que acaba de ganar con autoridad las elecciones del 28 de noviembre. Cultiva Mas en los últimos tiempos una saludable cercanía que aleja -al menos, aparentemente- los temores de un retorno del estilo pujolista, tan efectivo como anclado en el divismo. En el debe, la recuperación de nombres del pasado como Felip Puig, alfa y omega del último Govern de Pujol. Lástima.

Me inclino también ante la finezza de fichar al socialista Ferran Mascarell para la Conselleria de Cultura que ya ocupó con Maragall: de un plumazo, se da un aire de estadista façon Sarkozy en su panfleteado sistema de gobierno de los mejores, incluyendo integrantes de opciones políticas que no son la propia. De paso, además, apuntilla al PSC -Mascarell ya ha anunciado su baja del partido-, cerrando las opciones de que el ya conseller encabezara la lista socialista barcelonesa en caso de que primara la lógica y se descabalgara al insulso Hereu de un puesto que le queda grande. Lo de Trias, en mayo, se vislumbra ya paseo.

Postdata: mantengan un ojo sobre Helena Rakosnik -la esposa de Mas-, una estupenda señora adorada por la militancia que, de quererlo -parece que no- podría ser la Hillary catalana sin el menor problema. Superará sin duda la grisor de sus antecesoras Hernández y Garrigosa, sin miedo de caer en el vintage cursilón de Marta Ferrusola, por siempre la padrina de todos los catalanes.

(3) Comments

  1. alex said...

    Hombre, aquí escribe otro de esos trasnochados que votan en función de su ideología. Por eso no voto.

    Al margen de consideraciones sobre la gestión de Montilla (penosa, en mi opinión, pero lastrado terriblemente por sus socios de gobierno), no considero que el gobierno central le fallase en ningún momento. Tanto el presidente como la mayoría de sus ministros y puestos relevantes (lo de Bono es otra historia) apoyaron el Estatut con todas las armas que les otorga el modelo democrático. Más no pudieron hacer y prueba de ello es la compungida actitud que Zapatero mostró en público los días siguientes a que el Constitucional declarase al Estatut al margen de la carta magna. El que se haya vendido esa idea y haya sido tomada por cierta no deja de ser una maniobra interesada del PSC para salvar la cara. Me cuesta creer, en cualquier caso, que una bravuconada como la que sugieres (proclamar la república catalana por las bravas) tuviese apoyo mayoritario. Quiero creer que todos somos más sensatos.

    En cuanto a Mas, parece un tipo honesto, pese a esa aura de funcionario gris y sin embargo trepa. Tiempo necesita para dar la razón o quitarsela a los que le votaron. Lo que me habría gustado es que Josep Antoni Durán i Lleida formase parte del gobierno. Es un tipo brillante que, me temo, ha dejado pasar su último tren.

    6 de enero de 2011, 13:07
  2. Le poinçonneur said...

    Lo de la República Catalana en el balcón tiene mucho de "boutade", pero ten en cuenta que Macià, declarándola, se mantuvo siempre dentro del Estado español, y de hecho, la cosa se desactivó al poco tiempo con la promulgación del Estatut de 1932.

    Yo soy bastante más mal pensado que tú, y creo que, simplementeo, Zapatero engañó a Montilla y al PSC. Recuerda sus palabras en Barcelona: "aprobaré el Estatut que salga del Parlament". Por no hablar de Alfonso Guerra jactándose de haberlo "sepillao" y "recortao". Lamentable, y mira que soy guerrista en muchos aspectos.

    Lo que ocurrió con el Estatut me parece vergonzoso, y ya me dirás de qué sirvió mi voto -y el de tantos- si luego la norma, encima, es recortada aún más por el TC. Que no tengo nada en contra del TC, pero me parece insólito que la voluntad de unos cuantos magistrados prime sobre la de millones de votantes. Pero en fin. Propuestas hay para corregirlo.

    Una cosa que no se dice -porque no conviene- es que el PSC no es una mera organización territorial del PSOE -como el resto-, sino un partido autónomo federado a la organización central. Tiene, nada menos, que 25 diputados propios, siendo, de largo, la tercera fuerza política en el hemiciclo. Somos muchos los que pedimos que, de una vez por todas, se haga valer la fuerza de esos votos y de esos escaños y los socialistas catalanes tengan grupo propio.

    La cosa deriva del viejo principio de que quien parte y reparte se queda la mejor parte, y en base a él, los Estatutos autonómicos se aprueban en el Congreso de los Diputados. El resultado es el ya visto con el Estatut o con el mismo plan Ibarretxe, al que prácticamente despidieron sin dejarle abrir la boca.

    Dado que las competencias estatales y autonómicas se establecen muy claramente en la Constitución, lo normal es que los Estatutos los aprobaran y reformaran los correspondientes parlamentos de las CC.AA. Luego, si se salen del redil constitucional, para eso está el TC.

    En general, sabes que no soy muy amante de aventuras nacionalistas -de ninguna-, pero también te confesaré que estoy harto de que siempre recibamos los mismos y en los mismos sitios. Que también tiene que ver con el conformismo catalán y un carácter provinciano tan "nostrat" como la barretina. Pero ése, ay, es otro debate...

    7 de enero de 2011, 2:18
  3. alex said...

    Nadie debe convencerme sobre la constitucionalidad del Estatut. España, que aunque a muchos les pese, es un país federal de facto, está conformada por varias nacionalidades. Restar tal calificación por un tecnicismo a Cataluña, me da que pensar (dado que los cargos del constitucional está politizados hasta la náusa) en que es posible que el PSOE no hizo todo lo posible en relación al caso. Sin embargo, creo firmemente en la honestidad de Zapatero en este asunto y en los pocos flecos que no le fueron recortados por el TC. Por lo demás, no hay más que comprobar que varios de los puntos declarados no constitucionales hacen referencia al ámbito judicial y funcionan en otras comunidades sin problemas.

    Pero insisto en que el problema es otro y tiene más que ver con la desajustada distribución de la riqueza. Cataluña y el País Vasco dan mucho y reciben poco o reciben mucho y dan poco en función del lugar en el que se pronuncie la frase. La cuestión es que se ha invertido de modo asimétrico desde que la democracia llegó a este país y cada vez se hace más difícil ajustar lo irremediablemente torcido. La desastrosa gestión de ZP, sin embargo, tiene en mi opinión una gran virtud: ha dado ha entender que todos tienen sitio en este país, algo que muchos dudaban después del inclasificable segundo mandato de Aznar. Ahora llega lo difícil, demostrale entre todos si tenía o no razón.

    8 de enero de 2011, 0:36